Los orígenes de Social Learn (diseño instruccional)
Me aterraba hablar en público, pero mis 5 años en Estados Unidos me ayudó a vencer mis miedos y disfrutar de la oportunidad de hablar en público para los demás. Mi primer taller presencial lo desarrollé para la clase del master “Electronic commerce for the global economy” en el año 1995. Ese año participé en mi primera startup, una central de reservas de coches de alquiler en USA. Como en cualquier startup, me tocó desempeñar multitud de tareas, acabando en el desarrollo de la plataforma tecnológica basada en Cold Fusion, SQL Server de Microsoft y el servidor web de Netscape.
Este primer taller tenía como objetivo formar a mis compañeros de clase en el desarrollo de páginas web y la conexión a bases de datos por Internet. En ese momento desarrollábamos el html “a pelo” con notepad! Creo que ese fue el momento donde despertó mi pasión por la enseñanza!
A partir de ahí fui desarrollando mis habilidades y técnicas como docente pero siempre desde el ámbito de la formación presencial. Me apasionaba transmitir todo lo que sabía y ponía especial interés en que los alumnos disfrutaran como yo lo hacía. Con la aparición del modelo 2.0 empecé a aplicar nuevas técnicas que me permitieron mejorar la experiencia del alumno y el grado de asimilación del contenido que se trataba . Posiblemente fui de los primeros en forzar a los alumnos a desarrollar sus proyectos de equipo en Wiki. Mi formación en USA me hizo entender la importancia de trabajar en equipo y la poca cultura que tenemos en España de participar en clase. De alguna forma la implantación del modelo de trabajo basado en wikis forzaba a los alumnos a colaborar.
Paralelamente a todas estas nuevas herramientas que aparecieron con la revolución 2.0, en junio del 2006, me invitaron a participar en el desarrollo de un proyecto de formación para la administración. Por supuesto y como cabía esperar, tras semanas de trabajo, el proyecto acabó en manos de una empresa más “alta” y más “importante”. Los pequeños como nosotros (autónomos y micropymes), nunca hemos tenido la posibilidad de competir con las grandes, por mucho que nos quieran convencer de lo contrario. Estamos en un país de pymes donde solo acceden las grandes empresas a los grandes proyectos. Pero como siempre, de aquí sacamos algo muy positivo, tuvimos la oportunidad de trabajar en un nuevo modelo de enseñanza, un nuevo diseño instruccional.
Tras semanas de trabajo lo bautizamos con el nombre de “social learn“. El caso de negocio a resolver era fascinante! Los profesores no estaban motivados y los alumnos sólo pensaban en obtener una buena nota para alcanzar los puntos necesarios para opositar a mejores puestos. Pero se había perdido la esencia de la formación y el aprendizaje! No disfrutaban ni unos ni otros… 3 semanas de trabajo que no sirvieron más que para crear las bases de un nuevo modelo instruccional.
El sistema se basaba en la implantación de un software social, la gamificación, la transparencia, un nuevo sistema de calificación y todo ello entorno al principio de que “la vida del conocimiento no tiene fin”. Pero lo bueno todavía estaba por llegar…
Según el modelo tradicional y de mayor implantación en España, seguí ofreciendo talleres de hasta 8 horas de duración! Una tarea muy complicada, pues mantener la atención de un alumnos durante todas esas horas es muy difícil. El grado de dispersión del profesional en la actualidad es muy elevado, y pocos son los que pueden permanecer “conectados” durante más de dos horas. Por cierto, el “smartphone” es el enemigo público número 1 del formador 🙂 Y no depende únicamente de la capacidad de comunicación del profesor, si no de la capacidad del alumno de asimilar nuevos contenidos. Si hablamos de formación continua, el alumno tiene como objetivo aprender algo concreto que quiere aplicar en su trabajo. En la Universidad el objetivo es otro.
No somos robots capaces de registrar y asimilar toda la información durante 8 horas para luego aplicarla a casos reales. A partir de la primera hora de verse expuesto a nuevos contenidos, la atención baja y se producen “desconexiones“. Y es ahí donde el “arte” del docente se incorpora a la fórmula y trata de evitar que las “desconexiones” se prolonguen durante demasiado tiempo.
2010, este es el año en el que vi la luz! Presentamos un proyecto de formación continua a una empresa pública y sorprendentemente fuimos adjudicatarios. Por primera vez parecía que le daban una oportunidad a la “pyme”. Años y años presentándome a grandes proyectos y por fin nos dieron la oportunidad. En ese momento nos sentimos más altos y más fuertes! 🙂
Todo un reto, debíamos formar a 150 consultores en social media y las nuevas herramientas 2.0. Estos consultores estaban completamente deslocalizados y la formación presencial no era una opción. Además, una vez finalizada la formación, debían ser capaces de poder asesorar a sus clientes. Ya no bastaba con “sensibilizar” si no que tenían que “aprender” para luego “aplicar”.No habían tenido una buena experiencia con la formación eLearning tradicional, por lo que buscaban un modelo disruptivo.
El diseño instruccional que lleva años desarrollando debía adaptarse a la formación telepresencial, así que tuvimos que adaptarnos a un entorno completamente diferente. La formación presencial tiene poco que ver con la telepresencial, sobre todo por la falta de recursos. En la formación presencial cuentas con el lenguaje corporal, eye contact, educación (no puedes abandonar el aula cuando quieras)… mientras que en la formación online en directo sólo dispones de una herramienta: la voz! Que un profesional sea buen docente en el presencial, no garantiza que hará un buen trabajo en la formación online.